En un país donde las industrias enfrentan cada vez más exigencias ambientales, la sostenibilidad dejó de ser una opción para transformarse en una condición básica para operar. Y en este contexto, el origen de los insumos, su impacto ambiental y su desempeño real en terreno, son factores que marcan la diferencia entre una solución efectiva y una que solo lo parece en el papel.
Cada industria opera con desafíos técnicos y ambientales únicos. Por eso, una solución que funciona en un campo agrícola del sur puede no tener el mismo desempeño en una faena minera del norte o en una obra de construcción urbana. Es por esto que siempre buscamos la validación en terreno, ya que solo así podemos tener certeza del desempeño de nuestros productos:
- Midiendo la eficiencia del producto en condiciones reales de uso.
- Ajustando formulaciones y concentraciones para maximizar resultados.
- Asegurando la compatibilidad con procesos y maquinarias existentes.
- Recopilando datos clave para reportabilidad ambiental y trazabilidad.
- Generando confianza técnica y regulatoria ante clientes, autoridades y comunidades.
Trabajar con insumos hechos a partir de aceite vegetal reciclado localmente reduce la huella de carbono, evita la exportación de residuos y cierra el ciclo dentro del país, potenciando la economía circular.
En Chile, las normativas ambientales (como la Ley REP y exigencias de residuos peligrosos y no peligrosos) avanzan rápidamente, obligando a las industrias a repensar sus modelos de consumo y gestión.
¿Por qué validar en terreno?
- Disminuye riesgos operacionales y ambientales.
- Mejora indicadores ESG (ambientales, sociales y de gobernanza).
- Conecta a las empresas con una cadena de valor más limpia y responsable.
Porque en sostenibilidad, la diferencia está en lo que hacemos… pero también en cómo y dónde lo probamos.
¿Estamos haciendo las preguntas correctas en nuestros procesos? ¿Estamos midiendo el impacto real?